Al lado del camino

Estoy en una fase raruna. Los sueños me crecen desproporcionadamente, alcanzan cotas que nunca habían alcanzado y se deshacen ante mis ojos como humedad, como niebla o humo. No sé si estoy viviendo la mejor o la peor etapa de mi vida. Me muero de miedo al pensar que no soy nada, que cimiento mis días en mentiras que más me vale creer para no volverme loco. Al mismo tiempo, cuando me las creo, pienso que qué suerte tengo, que me va todo tan bien que ya muchos quisieran. Y yo qué sé. Al menos me queda el consuelo de saber que lo que escribo me gusta. Releo Rottenmeier y se me escapan lagrimillas porque es muy bonita. Ya no pienso en lo que podía haber sido y no es. No me voy a hacer rico escribiendo y punto. Cuanto antes lo acepte, antes bajaré de las nubes. Ahora escribo durante todo el día, recojo la casa, limpio, cocino y me creo que así aprovecho el día. Espero tener acabada una nueva novela muy pronto, así no me sentiré tan mal por no trabajar.


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