Carmen Maura y los 88 maniacos


Para que me den el papel que dice que soy oficialmente profesor de español como lengua extranjera tengo que entregar un trabajo antes del 1 de Septiembre, una unidad didáctica, y en ello estoy. Esta semana he ido tres tardes al CIS, por lo de las prácticas. En un principio pensaba ir sólo los jueves, pero creo que me estoy enganchando al espíritu solidario, me gusta hacer las cosas bien y rodearme de la gente que allí trabaja. Estas últimas semanas están siendo muy intensas, con muchas novedades y nervios, y al mismo tiempo, con constantes señales de que todo va a salir bien. En ellas confío.

El equipo de penados que llevo está compuesto por cuatro chinos y un nigeriano. No tienen ni idea de español pero para mí es mucho más que un reto que lleguen al nivel necesario para hacer las terapias y entrevistas necesarias para conseguir la suspensión de condena. Los chinos son viejos y con pinta de mafiosos, me recuerdan a los 88 maniacos de Kill Bill, menos uno que es joven y guapo, con pinta de cantante pop, y que no tengo ni idea por qué está ahí. Mejor no saberlo, al fin y al cabo yo soy el profe de español y no tienen por qué interferir los delitos que hayan cometido, no soy juez. El nigeriano parece jugador de la NBA y es muy majete, sólo que no se entera de nada y habla todo el tiempo en inglés. Yo, que soy muy estricto, me voy a ceñir hasta el final a la norma de que sólo se habla español en clase, así que ni caso a cualquier otro idioma en el que me hablen. Hay un chino gordo que se parece a Buda, y a pesar de que en la ficha tengo su nombre (impronunciable) verdadero, él se empeña en que todos lo llamen Paco. Me da la impresión de que el chino Paco manda sobre los demás. El Nigeriano pasa del lobby asiático y va a su bola, diciendo cosas cómo What's up y Ok todo el tiempo. Estoy deseando que llegue el jueves que viene y enseñarles la clase que llevo preparada.

Por otra parte, he hecho unos carteles de "Clases de español para extranjeros" para ponerlos por el barrio y sacarme unas perrillas. Necesito dejar de sentirme como una ama de casa que va de voluntaria a dar español a presos. Si hicieran una película sobre mi vida tal y como me siento en estos momentos, de mí haría Carmen Maura, y yo no quiero eso, yo quiero que de mí haga algún chico guapo y gracioso, Alvaro Cervantes o Hugo Silva, que desde que dejó Los Pacos está así como de capa caída y haciendo anuncios de yogures. Para no sentirme Carmen Maura, estoy echando currículums a full, en busca de un trabajo desesperadamente, tanto de profesor de E/LE como de cualquier otra cosa, la verdad. Lo de profe me ha de aumentar las posibilidades, no limitármelas.

Ah, y claro está, sigo la dieta a rajatabla. Ni bebo alcohol, ni como pizza, ni burguer, ni pasta, ni chuches, ni helados... No creáis que se me está haciendo difícil (sólo en algunos momentos a eso de las seis o las siete de la tarde), por lo general lo llevo bien comiendome mi pescadito (me he hecho adicto al Fletán), mi pollo a la plancha, mis dinohamburguesas, berenjenas, crema de calabaza... ¡Estoy hecho todo un cocinero! El Jamie Oliver que vive dentro de mí ha vuelto a salir, y eso me hace sentir vivo. Cocinar me hace muy feliz, me calma, me tranquiliza, me pone de buen humor y activa la imaginación. Cuando estoy deprimido no cocino, es una forma de privarme la alegría, de automutilarme. No quiero volver a deprimirme, por lo que estoy apuntando indicadores de la depresión y cómo librarme de ellos. Indicador número uno: Dejo de cocinar. Indicador dos: Dejo de ducharme. Indicador tres: No me miro en el espejo. Y así una larga lista. Bien, tengo todas las herramientas para venceros, hijos de puta.

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