"Nuevo Despertar" Capítulo X y último
Mi nombre es Tomás Recio
y soy uno de los experimentos de la Corporación Starmore. Lo
comprendí en el momento en el que ante mis ojos, el vicepresidente
de la misma me mostró a aquella a la que me unía un hilo invisible,
a la que era mi otro yo, mi otra mitad: mi hermana gemela, el ángel
con el que había soñado durante años, la voz que durante años
había pensado que no era más que un indicio de locura arañando mi
cabeza.
-El experimento ha
terminado- murmura aquel hombre entre dientes-. ¡Haced que duerma!
El mundo se convierte en
neblina ante mis ojos y cuando vuelvo a recuperar la visión, me
encuentro en una celda que me es familiar, en la celda CHAD 22. Me
han herido en el pecho, unas gasas envuelven mi torso tras la
extracción de la bala. Recuerdo lo ocurrido, la que sin duda alguna
es la que maneja los hilos de aquella corporación ha intentado
asesinarme en una cabaña perdida en el bosque de Arbuth. En la palma
de la mano, tengo una capsula azul que parece brillar al ritmo de los
latidos de mi corazón. Cierro los ojos, no entiendo nada, la cabeza
me va a explotar, es una tensión que se acumula en mis sienes y hace
que me palpiten los ojos. Cuando los abro, estoy en otra celda. Y ya
no soy Chad. Soy Tomás. En la muñeca tengo una pulsera que reza que
soy el experimento número 21. Algo hace interferencias en la
comunicación que tengo con mi hermana, está claro. Los experimentos
estamos conectados entre nosotros. ¿Cómo la habrán llamado a ella?
Me corroe la rabia por dentro, el no poder salvarla, el no poder
salvar a Chad, a cada uno de los infelices que hemos sido controlados
desde nuestro nacimiento por aquellos locos, que hemos sido capturado
una vez que hemos desarrollado nuestras facultades sólo dios sabe
con qué intención. ¿Seremos sólo 22 o habrá muchos más? Intento
concentrarme, dominar el canal, expandir mi voz para que me oigan,
para oirlos a ellos, a todos ellos. Chad me responde, mi hermana me
responde.
-¿Te han ofrecido la
pastilla azul?- me pregunta, con su débil hilillo de voz de
princesa, de voz de hada.
Chad responde. La tiene
en la mano.
No sé de qué hablan.
-¿Dónde estás,
hermana?- grito a través del túnel infinito y oscuro que nos une.
-ARIS 20. ARIS 20. ARIS
20- resuena una y otra vez en mi cabeza como si de una melodía se
tratase.
Abro los ojos. Alguien ha
abierto la puerta de mi celda. Lo reconozco, es el doctor, el hijo de
la directora de Starmore y del moribundo Chad primigenio.
-Tomás. Sé lo que te
ocurre, estás viviendo las interferencias con más fuerzas que
nunca, ¿no es cierto?
Lo miro desconcertado. Sé
que está de nuestra parte, lo he visto a través de los ojos de
Chad. Asiento con la cabeza.
-Lo lamento mucho, nunca
pensé que los experimentos desarrollárais este efecto secundario
tan curioso...Digno de estudio...Pero he encontrado la forma de
eliminarlo.
El doctor abre la mano y
me muestra la misma capsula azul que momentos antes he tenido en la
mano, cuando mi mano no era mía sino del cuerpo en el que mi mente
se posaba como un pájaro volandero. Es la pastilla de la que hablan
Chad y mi hermana Aris.
-Tómatela y olvidarás
todo. Volverás a tu casa, a tu trabajo, a tu vida. Olvidarás este
incidente y nos olvidaremos de ti. Para nosotros, el experimento ha
acabado y queremos que para ti también acabe, que no vivas con el
dolor, con la angustia de saber demasiado...
Pienso que en este caso,
la ignorancia será una bendición, que es mejor no despertar según
en qué casos.
-No la tomes- me dice
Aris-. Ellos nos necesitan. Hay más. Los capturarán. Les harán
olvidar. Y comenzarán de nuevo a experimentar con otras mujeres
embarazadas, con otros embriones, con otros niños. Alguien les tiene
que parar los pies. Alguien los tiene que ayudar.
-No la tomes. Rebélate-
dice Chad.
Cierro los ojos. La
cápsula de mi hermana rueda a la deriva sobre el blanco inmaculado
del suelo de su celda. Salto a la mirada de Chad, que observa como la
suya ha reventado bajo el peso de su pie.
-Vivirás en paz- me
repite el doctor-. ¿No quieres volver a ver a tu familia?
Doy algunos pasos hacia
atrás y llevo la mano hasta la mesilla sobre la que descansa el
material quirúrjico. A tientas, cojo un bisturí y sin pensarlo dos
veces salto sobre el médico y con un ágil movimiento de muñeca, le
cerceno el cuello.
-Yo ya no tengo familia-
le digo antes de escupirle en la cara.
Le quito al doctor la
tarjeta de acceso- Abro la puerta de la celda, cuchillo en mano. Voy
descalzo.
Abro la celda 20. Abro la
21. Aris y Chad han visto todo lo ocurrido, estamos conectados. Somos
una única mente, una única cédula terrorista. Y vamos a por ellos.
A por todos. A por los experimentos, para hacerlos despertar y que se
unan a la causa. A por los culpables de que nuestras vidas ya no sean
las mismas. De que mi hermana haya vivido toda su vida en aquella
prisión, de que Chad haya descubierto que no es más que un clon de
un hombre que está muriendo y de que yo haya dejado de ser un chico
normal y corriente para convertirme en un asesino. Las alarmas se
disparan, si no nos damos prisa, nos capturarán de nuevo. Corremos a
lo largo del pasillo, hacia la salida. Una vez fuera, comienza la
verdadera aventura. Comienza el verdadero nuevo despertar.