Chirimoyas


Como ya sabéis, una de mis palabras favorita es "chirimoya" pero la verdad es que nunca he contado de dónde viene esta extraña afinidad lingüística. Hoy me ha venido a la mente la historia mientras me comía una. Es la época del año de las chirimoyas, de las castañas y los huesos de santo. Adoro el otoño. Cuando era pequeño, solía ir con mis padres y con mi hermana a pasar los domingos al campo. Allí dábamos largos paseos cantando canciones infantiles de la época, "El Señor Don Gato", "Mambrú se Fue a la Guerra", ese tipo de cosas. En una ocasión planté en el suelo, junto a un pino enorme, un hueso de chirimoya y mi máxima ilusión, durante semanas, era que llegara el día del paseo para ir a comprobar si mi chirimoyo había crecido. La verdad es que nunca llegó ni a germinar, pero a los cinco años, mis fantasiosos ojillos estaban seguros de vislumbrar brotes verdes entre la tierra. Creo que de ahí viene mi fascinación por las chirimoyas, me traslada a domingos pasados llenos de ilusión y de ese sabor dulzón tan particular que tiene esta fruta. La verdad es que siempre la he comido tal cual, nunca me he atrevido a experimentar ninguna receta de cocina que incluya chirimoyas. ¿Sabéis de alguna? ¡Si es así, estoy deseando conocerlas! 

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