Sobre las críticas de los lectores

 
 
La literatura es una tarea difícil. No basta con escribir. Si nuestra obra acaba cogiendo polvo en un cajón y no tiene lectores, no llega a ser literatura. ¿O acaso una carta no pierde el sentido si tiene remitente pero no destinatario? Es un trabajo en equipo que involucra a la persona del escritor y a la del lector. El resultado de esta alianza, a veces, es curioso. El escritor ha de esforzarse al máximo por no fallar al lector. A cambio, recibirá, además de la satisfacción de escribir, buenas críticas, una compensación económica, y el reconocimiento que, de una forma u otra, todo artista anhela. ¿Pero qué ocurre cuando el escritor no cumple las expectativas del lector? ¿Tiene derecho a enfadarse si éste le dice que no le ha gustado la obra? La opinión de los demás, las críticas, el qué dirán, es algo que atormenta a muchos autores. Yo, no lo voy a negar, muero de curiosidad por saber qué opinarán mis lectores de Rottenmeier o de Los Dones de Acracia. Pero he de admitir que he aprendido a vivir en simbiosis con aquellos sin los que, al fin y al cabo, mi trabajo no sería nada. Adoro a mis lectores, adoro las críticas y las diferentes opiniones. Si alguien me dice que mis novelas son "maravillosas" y ahí termina su opinión, me huele a chamusquina, a que prefiere reservársela. Y un lector que se reserva la opinión es un lector que está cortando la relación que se ha forjado con el autor a través de la lectura.
 
No suelo guardarme, como lector, mis opiniones. También admito que no juzgo a otros autores con el mismo baremo con el que me juzgo a mí mismo. Suelo ser mucho más exigente con mis escritos que con mis lecturas. ¡Qué difícil es estar en ambos lados al mismo tiempo! Pero también sirve para entender mejor a aquellos que hablen de mis novelas.
 
De Tan Dulce, Tan Amargo tuve todo tipo de críticas. Desde las más aduladoras, que la ponían de obra de arte y no me terminaba de creer, a las más severas, que me decían de todo menos bonito y a las que tampoco quise hacer mucho caso para no hundirme. De ahí aprendí que, digan lo que digan, lo importante es haber conseguido crear un vínculo. No hay nada peor que obtener la callada por respuesta o un "es maravillosa" como opinión general. Y tomando las críticas que podían ayudarme en mi formación como escritor, seguí adelante mi camino. Por ejemplo, recuerdo que muchas personas se sentían mareadas con la forma en la que mis personajes (no) dialogaban. Me propuse hacerles un homenaje en Rottenmeier, donde encontrarán diálogos como Dios manda, y tras descubrir que salirme de la norma porque sí me aportaba más cosas negativas que positivas, decidí experimentar en otras áreas pero no con los diálogos.
 
Como lector, me encantaría tomarme un café con los autores que leo y decirles a la cara lo que pienso de sus libros. Lógicamente, es imposible porque muchos de ellos están lejos, otros hablan idiomas que yo no domino y en la mayoría de los casos lo que ocurre es que murieron hace tiempo. Con los vivos, con los que hablan mi idioma y puedo hablar con ellos, sería un placer entablar este "feedback". Pero no todos están dispuestos a escuchar, es normal por otra parte pues el escritor es una especie orgullosa y altanera y aprender a bajar de la parra es todo un arte, con la dificultad de que no se enseña en ninguna universidad o curso de narrativa. ¿Por dónde íbamos? Ah, sí. Que como lector me gustaría no callarme ni una por mantener la vida del libro, la chispa, la magia del momento. Así mismo, quiero que mis lectores me hablen, me critiquen, me escriban y me digan qué piensan.
 
Para ello, está habilitada la sección de "Contacto" en www.robertocarras.co y suelo contestar a todos los mensajes en Twitter o Facebook. Como he dicho al principio de este post, es parte de este trabajo que adoro.
 
Tanto si eres lector como si eres escritor, no tengas miedo de las críticas. ¡Es parte del proceso! Y es una de las partes más bonitas, la verdad.
 
 

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