Cómo superar el bloqueo del escritor

 
 
Hace unos meses os dije que el bloqueo del escritor no existe, que es un invento para darle cierto toque de misterio a la profesión. Tras recibir varios correos insistiendo en que hable más sobre el tema, admito que, si bien el bloqueo como tal no existe, sí que existe la incapacidad de escribir cuando se ha de escribir, llamémosle vagancia o procrastinación. Por supuesto que a mí también me pasa, de lo contrario sería una máquina, un procesador de texto. No es que mi mente se seque y se quede sin ideas, es que de repente, me apetece hacer cualquier otra cosa que no sea escribir: jugar a la videoconsola, limpiar la cocina, ordenar mis libros por orden alfabético... Lo que sea con tal de no cumplir con mi obligación como escritor. Cuando esto me pasa, intento relajarme y seguir unos cuantos pasos (fáciles) para salir de este bloqueo. Os los enumero a continuación por si os sirve de ayuda. También sirven para esos días en los que me siento ante el ordenador y las palabras me salen torpes e inadecuadas, fruto, sin lugar a dudas, de la saturación.
 
1) Una siesta. Imprescindible haber dormido bien para escribir. La mente ha de estar descansada. Olvídate de esos escritores malditos que pasan la noche en vela junto al candil y el tintero. Las palabras fluyen mejor de una mente despejada.
 
2) Una ducha (o un baño, si es posible) con gel de vainilla. Sí, suena tonto, pero a mí me relaja mucho. Cambia la vainilla por tu aroma preferido, pero concédete este momento de relax antes de ponerte a escribir. Que se relaje tu cabeza junto al chorro del agua.
 
2) Un vaso de cocacola y unas cuantas chucherías. Nunca están de más, ¿verdad? Estos mimitos extra vienen genial para ir entonando la tarea.
 
3) Dibujar en un cuaderno. ¿No tengo ganas de escribir? Pues me pongo a dibujar. Dibujo a los personajes de mi novela y después, escribo adjetivos debajo de ellos. Así voy calentando motores.
 
4) Improvisar. Siempre digo que lo mejor es, antes de escribir una novela, planificarla. Tener un esquema, capítulo por capítulo, de todo lo que va a pasar. Pero ese día en el que no tienes ganas de escribir es el día perfecto para improvisar, para meter un diálogo en el que no habías pensado, contar alguna historia secundaria o por qué no, jugar con la estructura y adelantar acontecimientos.
 
5) Sobre todo, no sentir presión. Leo a algunos escritores que se imponen un número de palabras diarias. Si te pagan por ello y el tiempo corre en tu contra, adelante. Si no, no lo hagas. Disfruta del acto de crear. Tus lectores se darán cuenta cuando una novela está escrita sin ganas, será para ellos tan pesada de leer como para ti fue escribirla. Si realmente te sientes presionado y mal, pues date el día libre. Sal a pasear, tómate unas cervezas, disfruta de tu inesperado día de vacaciones. Y mañana, con energías renovadas, retoma tu labor como escritor.

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