El libro como objeto de valor

 
He sido un lector voraz desde pequeño, mi padre solía decirme (supongo que de broma) que si terminaba un libro antes de 24 horas tras haberlo comprado, podíamos regresar a la librería para descambiarlo. Yo siempre le decía que no, que los libros debían guardarse de por vida. Y es que, hay libros que me gusta oler de tanto en tanto para viajar en el tiempo. De otros, me gusta mirar sus ilustraciones o revivir algunos de sus párrafos. Disfruto contemplando las cubiertas, buscando detalles que quizás se me hayan escapado, leyendo la página de créditos e imaginando cómo sería el proceso de edición para aquellas personas cuyos nombres aparecen junto a un ISBN. Cuando un libro está hecho con mimo, el tacto es diferente, sus páginas son más cálidas y sus palabras permanecen en el recuerdo. En algunas ocasiones he escrito sobre la importancia de la portada, pero hoy quiero reivindicar, además, la importancia de la edición, el libro como objeto en sí, como preciado tesoro. Vivimos una época en la que se menosprecia el valor de libro, se publica de cualquier manera y a cualquier precio, dejando por el camino el romanticismo, la vocación y el amor por la literatura. Me aterra el día, si no ha llegado ya, en el que las bibliotecas sean invadidas por libros sin alma.

Entradas populares